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El día 27 de mayo es el Día Nacional del Celíaco, y resulta que, aunque parezca extraño, también afecta al mundo de la odontología. Te preguntarás: ¿Cómo puedo saber si soy celíaco a través de mis dientes? Te lo contamos.

La intolerancia al gluten es una intolerancia permanente que se presenta habitualmente en individuos genéticamente predispuestos. Se caracteriza por una reacción inflamatoria, de base inmune, en la mucosa (vellosidades) del intestino delgado que dificulta la absorción de los nutrientes.

La enfermedad se manifiesta en diversas formas en nuestros cuerpo, afectando a casi todos los órganos y puede manifestarse desde edades tempranas, en bebés, o en la etapa adulta.

Cómo afecta la intolerancia al gluten a la boca de un niño celíaco

En los niños los primeros efectos visibles de la intolerancia al gluten son los defectos en el esmalte dental. Hay que estar atento si hay predisposición genética, porque en este caso hay más posibilidades de que el niño lo padezca.

Entre otros síntomas el niño tendrá:

  • Incremento en el número de caries.
  • Decoloración del esmalte tanto en los dientes de leche como en los permanentes. Incluyen manchas de decoloración de color blanco, amarillo o marrón en forma de  salpicaduras.
  • Fracturas
  • Retraso en la salida de los dientes definitivos

Cómo afecta la intolerancia al gluten a la boca de un adulto

A un adulto no le afecta de la misma manera que a un niño puesto que la dentición ya está formada, pero sí que sus dientes van a volverse más sensibles a padecer distintas enfermedades como la caries o mayor propensión a tener las encías irritadas o inflamadas.

Tiene el el riesgo de padecer estomatitis aftosa recurrente (una úlcera abierta y dolorosa en la boca con aspecto blanquecino o amarillento).

Cuanto antes se detecte la enfermedad, menores serán los daños causados en la salud oral, ya que los efectos a largo plazo de la intolerancia al gluten en nuestros dientes pueden ser de carácter irreversible.

Mantener una dieta sin gluten es el único tratamiento al que podemos someternos para el cuidado de nuestra boca, una vez detectada la enfermedad.